He decidido no fijarme en lo que ya he recorrido, sino en lo que me falta por recorrer.
Entre lo que más se opone al avance de nuestra vida espiritual, están los fantasmas del pasado, que no solamente son todas las cosas “negativas” que pudiéramos haber hecho, o vivido, sino también aquellas que pueden ser dignas de los más sinceros elogios por parte del sistema, y a veces de la misma religión.
Cerca ya del final de sus días, en uno de los escritos más hermosos con respecto a lo temporal de esta vida en contraste con lo eterno, Pablo decía:
He decidido no fijarme en lo que ya he recorrido, sino que ahora me concentro en lo que me falta por recorrer.
Producto de la religión, conforme a la época
Si hay alguien que tenía pergaminos dignos del elogio de cualquier erudito del momento, ese era Saulo de Tarso, después conocido como Pablo. No obstante en ese bagaje de conocimientos y experiencias, él mismo reconoce haber actuado, operado y militado en completa ignorancia, pensando que estaba en lo correcto, se había convertido en un producto de la religión. En su religión y en sus pensamientos humanos, basados en “su conocimiento, razonamiento y estudios“. Se había convertido en el más feroz perseguidor de Cristo. Cosa que inmediatamente después de su espectacular conversión, pasó a ser un motivo de vergüenza. No dudo que el diablo intentaba usar eso cada vez que Pablo se disponía a servir al ahora su Señor, el kurios, frase peligrosa para esa época de dominio romano.
Un hombre viciado
Era el nombre que le daba Pablo a su vieja naturaleza, a su CV, a esos pergaminos a los cuales antes se había aferrado y eran motivo de su orgullo. Por eso hacía tanto hincapié en que debemos despojarnos, librarnos de esa vieja naturaleza. Un viejo hombre que no tiene absolutamente nada para aportar a esta nueva vida.
Despojándonos del viejo hombre que está viciado conforme a los deseos engañosos (Ef 4.22)
Sensualidad y engaño
NTV: desháganse de su vieja naturaleza pecaminosa y de su antigua manera de vivir, que está corrompida por la sensualidad y el engaño.
Generalmente cuando en estos tiempos hablamos de sensualidad nuestra mente tiende enfocarse en lo relacionado a la promiscuidad sexual, pero Pablo no sólo se refería a eso si no a toda la vida sentimental, emocional, del alma, que se opone al Espíritu.
En los tiempos de Pablo la búsqueda del conocimiento, el celo por la religión, doctrinas, filosofías, estaban entre los obstáculos más peligrosos en oposición a la obra del Espíritu Santo. Eran los grandes temas de debate del momento, generaban críticas y fuertes acusaciones entre los hermanos. Pablo los llama: Sensuales. Cada vez más alejados de la excelencia del conocimiento de Cristo, que solo es revelado por su misma escencia, por Su Espíritu. “No por haber obedecido la ley, sino por confiar en Cristo”
¡Ahora me concentro en lo que me falta por recorrer!
Así que sigo adelante, hacia la meta, para llevarme el premio que Dios nos llama a recibir por medio de Jesucristo.
Todos los que ya hemos progresado mucho en nuestra vida cristiana debemos pensar de esta manera. Y si algunos de ustedes piensan de manera diferente, hasta eso les hará ver Dios con claridad. Lo importante es que todos nosotros sigamos las mismas reglas.
Seguramente al escribir esto Pablo recordaba las muchas conversaciones con Lucas, que seguramente le habría contado de aquella vez cuando el mismo Señor dijo:
—El que pone la mano en el arado y luego mira atrás no eso apto para el reino de Dios. (Lc 9.62)
Llegar a la unidad de criterio
Que todos los que son espiritualmente maduros estén de acuerdo en estas cosas. Si ustedes difieren en algún punto, estoy seguro de que Dios se lo hará entender.
Base: Fil 3 (y otras) desde diferentes traducciones.